jueves, 23 de febrero de 2012

No Ignoramos Las Maquinaciones Del Enemigo 2 Corintios 2:11

Es importante conocer las maquinaciones de nuestro enemigo, el diablo. De otro modo, le será más fácil tomar ventaja sobre nosotros.
Es mentiroso, y lo ha sido desde el principio. De hecho, es el padre de la mentira (Jn. 8:44). Le mintió a Eva desvirtuando las palabras de Dios, y ha estado haciendo lo mismo desde entonces.
Además, es engañador (Ap. 20:10). Su táctica consiste en mezclar un poco de verdad con el error. Imita y falsifica lo que es de Dios. Se hace pasar como ángel de luz y envía a sus mensajeros como ministros de justicia (2 Co. 11:14-15). Engaña usando grandes señales y prodigios mentirosos (2 Ts. 2: 9) y corrompe el entendimiento de la gente (2 Co. 11: 3).
Satanás es un asesino destructor (Jn. 8:44; 10:10). Su meta y la meta de todos sus demonios es destruir. No
hay excepción a esta afirmación. Como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar (1 P. 5: 8), persigue al pueblo de Dios (Ap. 2:10) y destruye a sus propios esclavos por medio de las drogas, el ocultismo, el alcohol, la inmoralidad y vicios por el estilo.
Es el acusador de los hermanos (Ap. 12:10). La palabra “diablo” (gr. diábolos) significa acusador o calumniador, y como su nombre lo indica, así es él. Todos aquellos que calumnian a los hermanos están haciendo la obra del diablo.
Siembra desaliento. Pablo advirtió a los corintios que de no perdonar al pecador arrepentido, Satanás obtendría una ventaja hundiéndolo en el desánimo extremo (2 Co. 2:7-11).
Así como Satanás, hablando a través de Pedro, buscó disuadir a Jesús para que no fuera a la Cruz (Mr. 8:31-33), así desanima a los cristianos para que se eviten la vergüenza y el sufrimiento de llevar la cruz.
Un truco favorito del maligno es “divide y vencerás”. Busca sembrar disensión y discordia entre los santos, sabiendo que “una casa dividida contra sí misma no puede permanecer”. Triste es decirlo pero su estrategia ha tenido mucho éxito.
Ciega las mentes de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo y no sean salvos (2 Co. 4: 4). Les ofusca con diversiones y pasatiempos, falsas religiones, dilaciones y orgullo. Les mantiene ocupados con sus propios sentimientos sin hacer caso de los hechos; les hace poner los ojos en ellos mismos y no en Cristo.
Por último, Satanás ataca expresamente a los creyentes después de conseguir grandes victorias espirituales o experimentar profundamente el poder de Dios. Es en tales circunstancias que el peligro del orgullo está presente y es más grande. Busca un punto débil en nuestra armadura, y dispara exactamente ahí.
La mejor defensa contra el Diablo es vivir con el Señor en comunión continua, clara y despejada, cubiertos de las vestiduras protectoras de un carácter santo.




“Sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios” (Marcos 1:34).





Algunos cristianos piensan que la posesión demoniaca es un fenómeno que existió cuando nuestro Señor estaba en la tierra pero que ya no está presente en nuestros días. Esta es una idea erronea que debe corregirse. Los periódicos de casi todos los días contienen relatos de crímenes sin causa que indican claramente que han sido inspirados por el demonio. La posesión demoníaca presenta ciertos síntomas que nos ayudan a identificarla y a distinguirla de las enfermedades mentales.
En primer lugar, un demonio conduce a su víctima a la violencia y a la destrucción. El propósito del demonio es siempre destruir.
Una persona que está poseída por el demonio manifiesta dos o más personalidades, la suya propia y la del demonio(s). Puede hablar con voces diferentes e identificarse con diferentes nombres.
Esta persona es capaz de hazañas sobrenaturales de fuerza o puede poseer poderes de conocimiento sobrenaturales.
Aunque el poseído pueda hablar a veces condescendientemente del Señor Jesús, su conducta normal será blasfemar o reaccionar violentamente ante cualquier mención del Señor, de la oración, de la sangre de Cristo o de la Palabra de Dios.
Su conducta es extremadamente rara, errática e inquieta. Los demás no pueden entenderle, controlarle, ni rehabilitarle. Puede tener tendencias suicidas y vivir en la esclavitud del temor y la superstición.
La posesión demoniaca está estrechamente asociada frecuentemente con el uso de drogas alucinógenas. Estas drogas introducen a la persona en el reino trascendental y abren su ser a la entrada de demonios. La palabra traducida “brujería” o “hechicería” en varias versiones de la Biblia, viene de la palabra griega “farmakia” que significa drogas.
La persona poseída por el demonio es sádica y muestra una crueldad física o mental excepcional y algunas veces mutila o desmiembra los cuerpos de sus víctimas.
Otros que son poseídos por el demonio pueden ser morbosos, frecuentando cementerios, coleccionan cráneos u otra clase de huesos, y obsesionados con la muerte y con historias espantosas.
El sol y la luna, especialmente la luna nueva, ejercen una profunda influencia en el mundo del demonismo. De aquí la promesa tranquilizadora de la Palabra a los creyentes: “El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche” (Sal. 121: 6).
Los demonios pueden exorcizarse por medio de la oración y la autoridad del Nombre del Señor Jesús. Pero la liberación permanente para la persona se encuentra solamente cuando ésta nace de nuevo por medio de la fe en el Salvador.

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jueves, 23 de febrero de 2012

No Ignoramos Las Maquinaciones Del Enemigo 2 Corintios 2:11

Es importante conocer las maquinaciones de nuestro enemigo, el diablo. De otro modo, le será más fácil tomar ventaja sobre nosotros.
Es mentiroso, y lo ha sido desde el principio. De hecho, es el padre de la mentira (Jn. 8:44). Le mintió a Eva desvirtuando las palabras de Dios, y ha estado haciendo lo mismo desde entonces.
Además, es engañador (Ap. 20:10). Su táctica consiste en mezclar un poco de verdad con el error. Imita y falsifica lo que es de Dios. Se hace pasar como ángel de luz y envía a sus mensajeros como ministros de justicia (2 Co. 11:14-15). Engaña usando grandes señales y prodigios mentirosos (2 Ts. 2: 9) y corrompe el entendimiento de la gente (2 Co. 11: 3).
Satanás es un asesino destructor (Jn. 8:44; 10:10). Su meta y la meta de todos sus demonios es destruir. No
hay excepción a esta afirmación. Como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar (1 P. 5: 8), persigue al pueblo de Dios (Ap. 2:10) y destruye a sus propios esclavos por medio de las drogas, el ocultismo, el alcohol, la inmoralidad y vicios por el estilo.
Es el acusador de los hermanos (Ap. 12:10). La palabra “diablo” (gr. diábolos) significa acusador o calumniador, y como su nombre lo indica, así es él. Todos aquellos que calumnian a los hermanos están haciendo la obra del diablo.
Siembra desaliento. Pablo advirtió a los corintios que de no perdonar al pecador arrepentido, Satanás obtendría una ventaja hundiéndolo en el desánimo extremo (2 Co. 2:7-11).
Así como Satanás, hablando a través de Pedro, buscó disuadir a Jesús para que no fuera a la Cruz (Mr. 8:31-33), así desanima a los cristianos para que se eviten la vergüenza y el sufrimiento de llevar la cruz.
Un truco favorito del maligno es “divide y vencerás”. Busca sembrar disensión y discordia entre los santos, sabiendo que “una casa dividida contra sí misma no puede permanecer”. Triste es decirlo pero su estrategia ha tenido mucho éxito.
Ciega las mentes de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo y no sean salvos (2 Co. 4: 4). Les ofusca con diversiones y pasatiempos, falsas religiones, dilaciones y orgullo. Les mantiene ocupados con sus propios sentimientos sin hacer caso de los hechos; les hace poner los ojos en ellos mismos y no en Cristo.
Por último, Satanás ataca expresamente a los creyentes después de conseguir grandes victorias espirituales o experimentar profundamente el poder de Dios. Es en tales circunstancias que el peligro del orgullo está presente y es más grande. Busca un punto débil en nuestra armadura, y dispara exactamente ahí.
La mejor defensa contra el Diablo es vivir con el Señor en comunión continua, clara y despejada, cubiertos de las vestiduras protectoras de un carácter santo.




“Sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios” (Marcos 1:34).





Algunos cristianos piensan que la posesión demoniaca es un fenómeno que existió cuando nuestro Señor estaba en la tierra pero que ya no está presente en nuestros días. Esta es una idea erronea que debe corregirse. Los periódicos de casi todos los días contienen relatos de crímenes sin causa que indican claramente que han sido inspirados por el demonio. La posesión demoníaca presenta ciertos síntomas que nos ayudan a identificarla y a distinguirla de las enfermedades mentales.
En primer lugar, un demonio conduce a su víctima a la violencia y a la destrucción. El propósito del demonio es siempre destruir.
Una persona que está poseída por el demonio manifiesta dos o más personalidades, la suya propia y la del demonio(s). Puede hablar con voces diferentes e identificarse con diferentes nombres.
Esta persona es capaz de hazañas sobrenaturales de fuerza o puede poseer poderes de conocimiento sobrenaturales.
Aunque el poseído pueda hablar a veces condescendientemente del Señor Jesús, su conducta normal será blasfemar o reaccionar violentamente ante cualquier mención del Señor, de la oración, de la sangre de Cristo o de la Palabra de Dios.
Su conducta es extremadamente rara, errática e inquieta. Los demás no pueden entenderle, controlarle, ni rehabilitarle. Puede tener tendencias suicidas y vivir en la esclavitud del temor y la superstición.
La posesión demoniaca está estrechamente asociada frecuentemente con el uso de drogas alucinógenas. Estas drogas introducen a la persona en el reino trascendental y abren su ser a la entrada de demonios. La palabra traducida “brujería” o “hechicería” en varias versiones de la Biblia, viene de la palabra griega “farmakia” que significa drogas.
La persona poseída por el demonio es sádica y muestra una crueldad física o mental excepcional y algunas veces mutila o desmiembra los cuerpos de sus víctimas.
Otros que son poseídos por el demonio pueden ser morbosos, frecuentando cementerios, coleccionan cráneos u otra clase de huesos, y obsesionados con la muerte y con historias espantosas.
El sol y la luna, especialmente la luna nueva, ejercen una profunda influencia en el mundo del demonismo. De aquí la promesa tranquilizadora de la Palabra a los creyentes: “El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche” (Sal. 121: 6).
Los demonios pueden exorcizarse por medio de la oración y la autoridad del Nombre del Señor Jesús. Pero la liberación permanente para la persona se encuentra solamente cuando ésta nace de nuevo por medio de la fe en el Salvador.

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